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Medicina
popular; curanderismo; etnomedicina
A
medida que aumenta la inmigración desde los países en desarrollo hacia los
desarrollados, es más probable que los médicos deban atender a pacientes con
una gran variedad de creencias y prácticas médicas indígenas "poco científicas"
(etnomedicina), que pueden parecerles extrañas, irracionales o
simplemente erróneas y que impiden una atención sanitaria correcta. Es
evidente que este hecho no debería ocurrir.
La
biomedicina contemporánea es una variedad extremadamente refinada de medicina
popular. Constituye una práctica tradicional en las naciones industrializadas
occidentales, conlleva un inmenso peso emocional e intelectual y se basa en la
ciencia empírica. La medicina popular depende igualmente de la observación empírica.
Las
personas que han estado inmersas en la etnomedicina a lo largo de sus vidas,
suelen mostrarse intimidadas o asustadas por la biomedicina. Al rechazar los médicos
sus creencias tradicionales, es posible que los pacientes eviten recibir la
atención biomédica que necesitan. Por ello, el cuidado óptimo se logrará al
combinar la biomedicina y la etnomedicina. Esta situación obliga a una
tolerancia frente al encuentro de culturas y a una comprensión de lo que es
clave en los conceptos etnomédicos.
Los
conceptos de salud, enfermedad y malestar son fundamentales en la biomedicina. Salud
es un estado existencial de armonía bioorgánica, emocional y espiritual.
Enfermedad es un estado anómalo de la salud, ocasionado por una
disfunción inherente o por una invasión o exposición a algún agente externo.
Malestar es la experiencia individual de la enfermedad. Estas
definiciones varían según las distintas culturas.
La
salud suele definirse en términos vivenciales o funcionales. La salud
vivencial corresponde a la idea individual de salud (el sentido
individual de adecuación y reacción al guión dictado por la sociedad),
mientras que la salud funcional es el concepto de salud socialmente
definido (la habilidad de cumplir con los papeles y obligaciones socialmente
establecidos, p. ej., el trabajo, la paternidad). Ambas son independientes y a
menudo tienen que ver con la salud individual que es capaz de hacer lo
que el individuo quiere, incluso cuando lo que desea se halla definido por la
cultura. Las descripciones que proporciona un paciente sobre su estado de
salud deben basarse en cualquiera de estas definiciones y necesitan la
comprobación de algún médico. Por ejemplo, un joven egipcio acude con
hematuria producida por una esquistosomiasis. Puede ser que él considere la
hematuria (menstruación masculina) como "normal" si no interfiere en
su modo de vida habitual; es decir, considera que goza de buena salud. Por el
contrario, el paciente puede estar físicamente sano pero no es capaz de
afrontar los deberes impuestos por su cultura, de manera que se considerará a sí
mismo enfermo. Por ejemplo, en algunas zonas de México, la carencia del
suficiente dinero para hacer frente a las obligaciones sociales (debido a la
pobreza o a un gasto excesivo) puede considerarse como una enfermedad, la
"angustia por el dinero".
La
enfermedad puede definirse como el resultado de la disfunción orgánica
o social o como una forma de inquietud individual o social. De todas maneras,
los procesos físicos y sociales tienden a superponerse.
Los
problemas sociales pueden considerarse manifestaciones de males con una
clara causa popular. Además, los males orgánicos pueden interpretarse como la
manifestación de un problema social subyacente. Por ejemplo, la familia emigra
desde un ambiente rural hacia un entorno urbano en EE.UU. La hija pequeña
presenta dolores abdominales, vómitos y fiebre. En lugar de buscar atención médica,
la familia intenta buscar una causa popular, como la violación de algún tabú
o algún descuido en las obligaciones rituales. La familia está más
predispuesta a expiar los errores cometidos por su conducta que a buscar ayuda médica.
Los
inmigrantes pueden simpatizar con la teoría humoral de la medicina y de
las enfermedades (que es probablemente el esquema más universal) y que
prevalece entre las culturas procedentes de África, India, el sudeste asiático,
China, Japón, México y América Central y del Sur). Es habitual que se sienta
que la salud es un equilibrio entre elementos "calientes y fríos". El
tratamiento puede basarse en opuestos (situaciones calientes pueden
demandar una medicina fría), análogos (situaciones calientes obligan a
usar una medicina caliente), o algún tipo de combinación. La
"temperatura" de las medicinas se basa en una variedad de características;
por ejemplo, algunas culturas del Oriente Medio consideran los anticonceptivos
orales como calientes ya que detienen el flujo menstrual (secan el útero),
mientras que otras culturas utilizan el color (las píldoras azules son frías).
Por tanto, cuando se prescriben fármacos, ¿son aceptables su forma, color o método
de administración? Si no es así (lo que puede conducir al incumplimiento de
las instrucciones), ¿se puede prescribir algún otro tratamiento alternativo?
Si el paciente está preocupado por el color, argumentar que, precisamente, este
color es el responsable de que la píldora parezca mejor a los pacientes de EE.UU.
(o de cualquier otro país desarrollado), o que bajo este recubrimiento de color
el principio activo presenta un color neutro, puede lograr la cooperación del
enfermo.
Aparte
de las ideas sobre la causalidad, las ideas populares sobre el contagio
pueden ser importantes en el tratamiento de los pacientes y en la prevención de
enfermedades. En diversas zonas del mundo, los curanderos han introducido la
teoría de los gérmenes en el repertorio de causas, aunque este hecho no posee
las implicaciones que suponen en el mundo occidental respecto al contagio a
partir de los gérmenes. En México, por ejemplo, algunos curanderos afirman
que los gérmenes ocasionan las enfermedades, aunque a continuación no observan
precauciones de asepsia en sus intervenciones (p. ej., vuelven a usar las agujas
hipodérmicas, utilizan sin limpiar los mismos utensilios para diferentes
pacientes, permiten que personas enfermas preparen comida) ya que creen que si
Dios o los espíritus quieren que alguien enferme, nada puede hacerse para
evitarlo. El contagio implica la transferencia de alguna esencia de una entidad
a otra, a menudo mediante formas que parecen mágicas. De alguna manera está
justificado, ya que lo mágico está relacionado con el mundo invisible. Los espíritus
y los dioses, los gérmenes y virus son igualmente invisibles al ojo desnudo y
un especialista debe emplear diversas tecnologías para revelarlos (tanto si
requiere un microscopio de transmisión de luz como si se trata de estados de
trance). Una vez identificado el agente causal, puede iniciarse el tratamiento.
Así pues, el enfoque de las tecnologías tradicional y biomédica es similar en
las formas e incluso en el contenido.
Diferencias
de contenido más importantes entre los conceptos populares y biomédicos (etnofisiología)
pueden afectar la asistencia sanitaria. Por ejemplo, al igual que ocurría con
la hematuria en algunas comunidades egipcias, en algunos sitios se considera
bastante normal la infección por Ascaris e incluso se piensa que es
esencial para la digestión. Este concepto es análogo al papel nutricional de
algunos componentes de la microflora GI según la biomedicina. Por ello, la
erradicación es imposible desde un punto de vista cultural y generará
resistencia. Además, si un paciente presenta problemas agudos debidos a los
helmintos, se considerará que ya no actúa como un buen huésped. El paciente
intenta apaciguar los gusanos, el médico intenta eliminarlos. Se puede
encontrar un punto intermedio: si el paciente se ha convertido en un mal huésped,
quizá los gusanos necesiten un incentivo (bajo la forma de un antihelmíntico)
para mudarse.
Las
ideas etnofisiológicas también pueden indicar los alimentos y tratamientos
adecuados a impedir que pacientes debilitados tomen los fármacos que necesitan.
Por ejemplo, un paciente anémico está débil y, por tanto (según la lógica
popular), posee un estómago débil. Puede ser que rehúse tomar suplementos de
Fe en comprimidos ya que el comprimido es fuerte y, por tanto, de difícil
digestión. En este caso, se debe recetar un suplemento en forma líquida.
Las
ideas populares sobre la fuerza se extienden hasta la fertilidad. Por
ejemplo, en algunas zonas del sur de Asia se cree que la fuerza del óvulo
disminuye durante el ciclo menstrual. Esta idea señala que es mejor tener
relaciones entre los días 4 y 16 después de la menstruación, de manera que
las parejas observan abstinencia desde el día 16 por miedo a engendrar un niño
"débil". Esta práctica dificulta la fertilidad, pero no es fácil
convencer a la pareja de que tenga relaciones fuera de esta "ventana de
fuerza".
Varias
ideas sobre la fuerza se refieren a la sangre. Diversas culturas
(especialmente en Oriente Medio y en México) sostienen que los humanos tienen
una cantidad de sangre fija, lo que hace difícil las extracciones sanguíneas
para transfusiones o análisis. Poco se puede hacer, excepto pactar con el
donante o con el paciente. Sin embargo, no es raro que el paciente acepte
agradecido la transfusión (la sangre puede ser más valiosa que el oro). Pero
también es posible que rechace la transfusión en razón de discutibles
características morales, espirituales o étnicas del donante con la convicción
de que son contagiosas. Deben individualizarse las explicaciones a cada enfermo.
Quizá
el aspecto más frustrante de la medicina intercultural es el fenómeno de los síndromes
dependientes de la cultura. No tienen una analogía clara en la biomedicina
y, con mucha frecuencia, incluyen conceptos populares de causalidad. Suelen
constituir factores habituales las causas sobrenaturales (p. ej., brujería,
ataques de espíritus, pérdida del alma, quebranto de un tabú), las causas
naturales (p. ej., el desequilibrio caliente/frío, la ingesta de comida
ligera/pesada) o una combinación de ambas. Estos síndromes pueden parecer
inverosímiles y mágicos, aunque pueden ser (y a menudo lo son) causa de muerte.
Algunos se presentan de manera que, de algún modo, pueden remedar enfermedades
biomédicas establecidas.
Una
enfermedad del espíritu es una alteración del alma o del espíritu.
Una fuerza espiritual externa (p. ej., un fantasma) penetra en un cuerpo, una
parte del alma del paciente se pierde o es robada (susto) o la enfermedad
es el justo castigo al quebranto de un tabú, de manera que se traumatiza de
forma grave el alma del individuo, lo que produce la enfermedad.
Las
enfermedades del espíritu son bastante comunes en África, Asia, Latinoamérica
y en los grupos indígenas de Norteamérica. Entre los síntomas biomédicos típicos
se incluyen convulsiones, estados de trance, amenorreas, fiebre, letargia y
malestar. Los síntomas populares son miedo, indolencia y desventura.
Con
frecuencia no puede encontrarse una explicación biomédica a estas alteraciones,
que se muestran refractarias a los tratamientos biomédicos estándares. El
tratamiento popular consiste en determinar el tipo de la enfermedad del espíritu,
sus "agentes causales y operativos" y los pasos apropiados para
restablecer el equilibrio social y religioso adecuado.
La
causalidad supuesta señala el tratamiento más adecuado. Un inmigrante
procedente de Latinoamérica que recibió un fuerte sobresalto puede padecer una
pérdida del alma (susto). Ello puede manifestarse en forma de letargia,
ansiedad, fiebre y malestar. Por tanto, puede pensarse que una víctima del
"susto" padece déficit nutricionales, anemia o, incluso, un shock,
aunque el tratamiento de estos síntomas no resolverá el problema subyacente.
En otro ejemplo de "susto", una persona puede ser víctima de un
proyectil mágico (una intromisión invisible e imaginaria hacia el interior del
cuerpo, que puede ocasionar reacciones locales, sistémicas o ambas). Una llaga
que supura se puede imputar a tal proyectil. Un tratamiento antibacteriano
producirá la remisión, pero la infección recidivará hasta que el objeto
ofensor sea "sacado" por un hechicero. La escisión quirúrgica no es
la solución.
Las
enfermedades del espíritu (el "susto" es una de ellas) y las muertes
del espíritu pueden tener sus análogos en la biomedicina. Los denominados
males psicógenos o muerte psicógena reflejan el síndrome giving up/given
up (dejando/dejado) en el que los pacientes que se sienten desamparados
y desesperados desarrollan un síndrome de abstinencia/depresión que puede ser
el factor desencadenante de enfermedades orgánicas o incluso conducir a la
muerte. Si el espíritu y los achaques psicógenos son análogos, ambos sistemas
de medicina comportan una base común.
Para
el médico que debe enfrentarse a los síndromes relacionados con aspectos
culturales, a la medicina humoral y a las ideas "singulares" sobre
fisiología, la clave del éxito es la tolerancia y la aceptación de las
variantes culturales sin prejuicios (relativismo cultural). Aunque no
deba esperarse que los médicos conozcan los detalles de las diversas variantes
de medicinas populares practicadas en todo el mundo, algunos factores son
universales, lo que permite un enfoque común. En el curso de las entrevistas
mantenidas con el paciente y su familia, se deben averiguar el país de origen,
el tipo de medicina allá practicada y si el paciente participa de la vida de
alguna comunidad de otros inmigrantes. Si éste fuera el caso, es posible ser
que haya terapeutas populares (tradicionales) en dicha comunidad, lo que ofrecería
la posibilidad de un tratamiento conjunto. Aceptar que el paciente se pueda
beneficiar de las creencias en las prácticas de la medicina popular tradicional
puede tener un efecto terapéutico y permitir el tratamiento biomédico
necesario.
Si el objetivo es el mantenimiento de la salud o su retorno, deben emplearse todos los recursos disponibles. Si un paciente inmigrado acude con un síndrome atípico o si un síndrome, aparentemente fácil de diagnosticar, no responde al tratamiento estándar, hay que preguntar al paciente qué es lo que harían en su país de origen. Si la respuesta es la visita a un curandero, debe tenerse en cuenta la posibilidad de remitirlo a uno e incluso establecer contactos con él (si se establecen buenas relaciones entre ambos, éste puede ser un sistema para remitirse pacientes mutuamente, lo que redundará en una mejoría del cuidado de los pacientes). Esta situación obliga a una confianza y un respeto mutuos entre médicos, lo cual se facilita mediante una actitud que relativice, en lugar de estar repleta de prejuicios.
Fonte: Manual Merck 275.
ASPECTOS MÉDICOS DERIVADOS DE LA RELACIÓN ENTRE CULTURAS
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